Cuando la terapia no fluye fácilmente: Tipos de resistencia en terapia.
Muchas veces se cree que todos los pacientes o la gran mayoría acuden sin resistencia a terapia, que se encuentran en una situación que quieren y están dispuestos a cambiar pero no saben como y por ese mismo motivo acuden a nosotros. Pensamos que las sesiones deberían ser distendidas y que los pacientes querrán hablar de las cosas que les preocupan o duelen porque saben que ese es el camino hacia el cambio.
Sin embargo esto no es siempre así.
Muchas veces, aunque la persona acuda a terapia voluntariamente, aparecen distintas formas de resistencia que hacen de la terapia un camino de todo menos llano y fácil.
Que los pacientes quieran cambiar o quieran salir de la situación en la que se encuentran no significa necesariamente que no vayan a aparecer resistencias en terapia.
Los terapeutas debemos saber manejar de una manera mas o menos adecuada estas resistencias tanto por el bien del paciente como por nuestro bien, ya que estas situaciones pueden generar impotencia y frustración a ambas partes.
En el artículo de hoy analizaremos algunos tipos de resistencia que los pacientes pueden presentar y veremos algunas formas de abordar dichas resistencias desde un marco estratégico.
Tipos de resistencias:
1. La persona que quiere colaborar pero es incapaz de hacerlo:
Aquí nos encontramos un paciente que necesita salir de la situación en la que se encuentra. Sin embargo, sufre bloqueos emocionales y/o conductuales o tienen una percepción muy rígida de la realidad que le impide actuar o colaborar de una manera funcional.
Con este tipo de pacientes dos elementos clave son la paciencia y la confianza:
Paciencia: porque estos pacientes necesitan tiempo para irse adaptando a las demandas de la psicoterapia y poder ir haciendo poco a poco los cambios que les pedimos en su vida cotidiana. Es esencial recordar como terapeutas que lo que para nosotros son pautas básicas y sencillas, para ellos son cosas que les resulta muy difícil llevar a cabo. Sino no estarían en el punto en el que están y no necesitarían nuestra ayuda.
Confianza: es importante trasmitirle al paciente la seguridad y la confianza en sus propias capacidades, la certeza de que sabemos que pueden y van a mejorar. Ellos no ven la luz en estos momentos por lo que tenemos que ser nosotros su guía, debemos ser capaces de trasmitirles la esperanza de una mejoría real y de que ellos son capaces de lograrlo incluso cuando ahora miso sienten que eso no es posible.
En estos casos la resistencia irá desapareciendo a medida que se avance en el tratamiento y la persona mejore, ya que la resistencia forma parte de la propia sintomatología.
2. La persona no colaboradora y abiertamente opuesta:
En estos casos, la persona invalida, protesta o se opone a seguir las instrucciones.
Seguramente este sea el tipo de resistencia que todos tengamos en mente cuando pensamos en pacientes resistentes.
Aquellos que han sido obligados a venir, que no consideran tener ningún problema y que creen que son los demás los que deben cambiar y no ellos.
Estos pacientes suponen un verdadero reto para cualquier terapeuta ya que puede ser muy duros, críticos y desafiantes.
De nuevo, es esencial tener paciencia y comprender que la resistencia forma parte del propio problema del paciente, que no es algo personal con nosotros y que debemos asumir que no podemos controlar todas las variables implicadas en el cambio.
En estos casos las intervenciones deberán ir primero dirigidas a vencer dicha resistencia y oposicionismo.
Lo más recomendable es utilizar técnicas poco directivas, paradójicas e indirectas que faciliten que la persona conecte con la necesidad de cambio y aumente su motivación y adherencia a la terapia.
Nadie va a cambiar si no es consciente de que hay algo que está mal, por lo tanto ese será el primer paso en la terapia:conectar con la consciencia de que algo no funciona y que se comprometa a querer cambiarlo.
No se puede cambiar a quien no quiere ser cambiado, y esto es algo muy importante a recordar dentro de todo proceso terapéutico.
3. La persona que no es capaz ni de colaborar deliberadamente ni de oponerse:
Este tipo de persona puede tener una visión de la realidad muy rígida y/o poco racional. Su “lógica” puede ser extraordinaria o al menos bien diferente a la de los profesionales de ayuda.
Estos casos pueden resultar especialmente difíciles de abordar debido a que es precisamente la forma de pensar del paciente lo que genera la dificultad para cambiar o para seguir las pautas y recomendaciones que les damos.
A veces la lógica de algunos pacientes en ciertos momentos se sale completamente de lo que nosotros consideramos “normal”.
En estos casos, hay que escuchar e identificar muy bien esta lógica subyacente y tratar de evitar confrontarla directamente.
Más bien al contario, lo recomendable es tratar de reestructurar su “lógica” sin menospreciarla o contradecirla, sino reconduciéndola como si construyéramos un cauce alternativo, más fluido, al del cauce por el que transcurría su “río” de lógica inicial.
Para concluir, creo que es importante recordar que sea cual sea la resistencia que aparezca durante la terapia, la paciencia y la persistencia son dos herramientas claves en el proceso de cambio que nos ayudan a los terapeutas a superar las dificultades que los pacientes puedan traer a consulta.
Diana Tomaino de la Cruz.
Referencias:
- CURSO DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA CON TERAPIA BREVE: Orientación a Soluciones, Estratégica y Contextual. Enrique Parada, Psicólogo Consultor.